La España vaciada… de sucursales bancarias
Desde la crisis de 2008 hemos visto cómo el número de sucursales de entidades bancarias han bajado de manera inexorable, sobre todo en las zonas rurales. Desde entonces, cada vez se ha ido haciendo más impersonal el trato entre las entidades a sus clientes. Poco queda ya de ese gestor bancario que te atendía durante décadas en la sucursal de “toda la vida”.
Este cierre de oficinas constante durante los últimos años, se ha visto intensificada desde la aparición de la pandemia que padecemos desde hace meses por culpa de la Covid-19. Así, las entidades comenzaron a cerrar oficinas a raíz del confinamiento, concentrando la actividad en un número bastante menor de dependencias.
Si a esto unimos las fusiones que en los últimos años se han producido y las que en un futuro no muy lejano se producirán, ha hecho que la desatención personal a los consumidores sea una situación que ha llegado para quedarse e incluso se agrave con el tiempo, intensificándose los cierres de sucursales para reducir costes a las entidades, a costa de sus clientes.
¿Qué consecuencias tiene esa bajada en el número de oficinas? Pues entre otras, que todos los consumidores en mayor o menor medida, nos hemos tenido que acostumbrar a usar medios telemáticos para operar. Ello nos lleva a un problema del que ya hemos hablado en otros artículos: el peligro del ataque de los ciberdelincuentes, en forma de phishing (por e-mail), vishing (de forma telefónica) o el smishing (vía SMS).
Por otro lado, se está volviendo más difícil ser atendidos personalmente, ya que cada vez en más ocasiones los trabajadores de las entidades te “invitan” a hacer gestiones por los cajeros, ya que sus «tareas» para con el cliente también han bajado considerablemente de número (sacar dinero, pagar recibos, impuestos…), sin tener en cuenta en muchas ocasiones que la edad del cliente puede ser muy avanzada. El servicio de ventanilla ha quedado prácticamente como residual, tanto por las gestiones que dejan hacer y los horarios fijados para atender al cliente, cada vez menor. Todo ello sin contar que en un determinado tramo de edad necesita tener en mano dinero en efectivo y no saben utilizar las tarjetas.
Claro que a las entidades eso poco les importa. Sólo buscan ganar dinero a costa de lo que sea, aumentando ingresos gracias a las subidas de comisiones si no te vinculas como ellos quieren a su entidad o reducir costes (los cierres de oficinas conlleva, obviamente reducción de personal) sin importarles el riesgo de exclusión que conlleva para millones de personas: según el Banco de España (BdE), en 2017 un total de 1.249.407 habitantes, un 2,7 % de la población española, no disponía de oficina bancaria en su municipio de residencia, cifras que han ido aumentado, a ojos vistas, con el paso de los años.
En definitiva, estamos asistiendo a una “desertización bancaria” que cada vez más dejará una España vaciada… de sucursales.
Por: María del Carmen Sánchez Marín