Reclamaciones

¿Reclamar? Ya lo pensaré mañana

¿Reclamar? Ya lo pensaré mañana

Cierro el despacho esta noche con la amarga queja de un cliente que me trasmite que no tiene posibilidad económica de costearse unas vacaciones con su familia, por lo que le espera la aceptable perspectiva de pasar el veranito en su piscina los fines de semana. Curiosamente, se ha ido meditando la posibilidad de iniciar una reclamación a una entidad para recuperar los gastos de formalización y la comisión de apertura de su préstamo hipotecario. No lo ve claro. Meterse en un pleito. Como para que te de un sofoco.

La justificación a esta reacción tan española se encuentra en que a él, la cláusula suelo “se la quitó el Banco en 2013” sin tener que ir a pleito, ni gastarse un céntimo en abogados o procuradores. Le saco de su error con datos. Se la quitaron porque se interpuso una acción colectiva, y además tiene la suerte de estar hablando con el letrado que llevó aquel procedimiento.

Una sonrisa en sus labios, mezcla de sorpresa e incredulidad. “Claro, claro, si no el banco no la quita, eso ya lo sé, pero eso estaba ganado”. Me entran ganas de decirle que hubo un tiempo en que lo que se decía un notario era palabra sagrada, pero me muerdo la lengua.

Al final, la incertidumbre del cliente que se marcha satisfecho pero dubitativo ante la posibilidad de enfrentamiento real y directo ante su entidad y mi reflexión me llevan a aquella España que describía Larra en 1833 en su célebre artículo “Vuelva usted mañana”. ¿Han cambiado las cosas? ¿Sigue siendo el español tan perezoso como para, como mantiene el genial José Mota, dejarlo todo para mañana?

Todos los estudios demuestran que los españoles reclaman poco y mal a pesar de tener una de las legislaciones más tuitivas del mundo para los consumidores… ¿Y cuanto dinero se embolsan las grandes empresas y las entidades financieras por esa resistencia a reclamar, por esa pereza mental? En estos pensamientos me encuentro cuando, ya de vuelta a casa, mi procuradora, tan eficiente ella, y que se queda en el despacho hasta una hora más tarde que yo, me notifica una buena sentencia.

Una sentencia favorable con costas por la que otro cliente recupera todo su dinero e intereses. Y respiro un poco. Una bolsa de aire en el momento oportuno. Y pienso en todos mis pleitos de este año. ¿Pocos o muchos? No me importa ahora.

Este cliente afortunado seguramente sí se pueda ir de vacaciones. Y yo concluyo que, al final, pase lo que pase, gracias a mi trabajo, también me he ganado un descanso este año. ¿Dónde ir? Ya lo pensaré, pero hoy no. Mañana.

Por: Rafael López Montes

 

 

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